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Lobas y Ovejas

El sistema previsional en el Perú es un fracaso porque apenas un cuarto de los adultos mayores tiene derecho a recibir una pensión. A los 65 años, tres de cada cuatro personas no tienen fondo de jubilación en las AFP ni recibe pensión de la ONP. Nuestro sistema previsional no ha conseguido que nuestros abuelos tengan pensiones de jubilación.

Peor aún, las pensiones que ofrecen las AFP o la ONP son bajas como fracción de los ingresos de los trabajadores: menos de 30% en la ONP y menos de 40% en las AFP. Para recibir S/. 1,000 de pensión mensual, una persona tendría que tener un fondo cercano a los S/. 200 mil a los 65 años. Pero, se estima que más del 90% de las personas que llegan a la edad de jubilación tienen fondos menores a este monto. No debe extrañar, entonces, que la gran mayoría opte por retirar el total de sus fondos gracias a la acertada Ley del 95.5%.

Las comisiones de las AFP son las segundas más altas entre los países que tienen AFP. Gracias a ello, la rentabilidad promedio de las AFP ha sido cuatro veces la de los fondos que administran desde el 2000. El 2015, por ejemplo, la rentabilidad de las AFP fue de 18.3% mientras que las rentabilidades de los fondos de los afiliados estuvieron entre 2.4% y 5.9%. En los últimos diez años, las rentabilidades de los afiliados han sido 2.7% (Fondo 1), 2.6% (Fondo 2), y 0.6% (Fondo 3), de acuerdo con datos de la SBS actualizados a setiembre de este año. Un depósito a plazo fijo sin duda hubiera sido mejor alternativa para muchos afiliados, lo que además les hubiera permitido ahorrarse las leoninas comisiones de las AFP.

En la ONP solo tienen derecho a pensión aquellos que han contribuido más de 20 años. Debido a ello, se estima que más de la mitad de los cotizantes a la ONP nunca recibirán un centavo por sus aportes. Por si fuera poco, la ONP está técnicamente quebrada pues sus obligaciones superan, en valor presente, a sus ingresos.

¿Qué está mal con el sistema previsional? En octubre de 2014 publiqué un estudio con María Amparo Cruz Saco, Carla Moreno, Bruno Seminario, y María Alejandra Zegarra que identificó dos problemas centrales.

El primer problema es que solo tienen derecho a recibir pensión los que están en planilla. Pero, solo uno de cada cinco trabajadores está en planilla. Así, el mismo diseño del sistema nos condena a que solo una minoría tenga pensiones. Además, muchos reciben pensiones bajas o misérrimas porque solo están en planilla durante una parte de su vida laboral. Más aún, muchas personas prefieren no estar en planilla precisamente para no cotizar a las AFP o la ONP. Es decir, la actual arquitectura previsional es una barrera a la formalización laboral.

El segundo problema es el ahorro forzoso, que parte de la premisa de que la gente solo ahorra si se le obliga a hacerlo. Pero, los datos nos dicen que esta premisa es falsa: No hay diferencia entre el ahorro de quienes están obligados a contribuir a las AFP o a la ONP y el ahorro de quienes no están obligados a hacerlo. Como lo ha señalado Richard Webb, en promedio, las personas ahorran cerca de un 24% de su ingreso antes de sus contribuciones previsionales o sus gastos en educación. Evidentemente, quienes no están obligados a ahorrar en las AFP o en la ONP, pueden dedicarle más recursos a su propia educación y a la de sus hijos. Webb nos dice que “Más que aumentar el ahorro, las AFP lo estarían reorientando hacia el sistema financiero, al Estado y a la gran empresa.”

Me permito agregar un tercer problema. Considero que la preocupación fundamental de los adultos mayores no es la pensión per se, sino el cuidado de su salud. Pero, en el Perú, el grueso de las personas mayores no recibe provisión adecuada de salud o protección social alguna. La mayoría de los abuelos baila con su pañuelo, o el de su familia, lo cual es evidencia palpable del fracaso del sistema previsional.

El ahorro obligatorio tiene otras consecuencias nocivas. Para comenzar, si obligamos a las personas a ahorrar ¿Por qué no obligamos a los empresarios a invertir? Todos deben tener el mismo derecho a decidir qué hacer con su plata, sin importar si son trabajadores o accionistas de empresas.

En segundo lugar, la razón fundamental por la cual las comisiones son leoninas es que las AFP disfrutan de un mercado cautivo. Mientras no haya verdadera competencia, las comisiones seguirán siendo altas, las ganancias de las AFP pingües, y las rentabilidades de los fondos de los afiliados exiguas.

Peor aún, las inversiones de las AFP despiertan serias dudas y preguntas. ¿Por qué se permitió que las AFP tuvieran el año pasado hasta S/.5 mil millones en proyectos vinculados a empresas corruptas como Odebrecht? ¿Cómo así esas eran buenas inversiones para los afiliados? ¿Por qué las AFP ayudaban a estafas como el Gasoducto del Sur con el dinero de los trabajadores?

¿Es correcto que, con plata ajena, las AFP controlen medios de comunicación? ¿Cómo así las AFP tienen el poder de ejercer influencia sobre los contenidos, la calidad y cantidad de la información que recibimos, y los periodistas que vemos y los que no vemos? ¿Cuándo acordó la sociedad conferirles ese poder? ¿Es ese poder, consecuencia del ahorro obligatorio tal y como funciona en el Perú, compatible con la libertad y la democracia?

Juan Mendoza, 26 de octubre de 2017.



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