Fujimori fue autor de milagro económico: PBI creció 7.2% entre 1993 y 1997. Derrotó hiperinflación y amenaza terrorista pero trajo a Montesinos.
Alberto Fujimori es el fundador del Perú contemporáneo. Fujimori derrotó al terrorismo comunista de Sendero Luminoso y del MRTA que amenazaba la viabilidad del Estado peruano, liquidó la hiperinflación, transformó la economía, y cerró las fronteras con el Ecuador. El PBI y el ingreso per cápita han aumentado 3.4 y 2.4 veces desde 1990. Pero, fue también durante el gobierno de Fujimori que se utilizaron recursos públicos para difamar, amedrentar, y coartar la libertad de los opositores al régimen.En el verano de 1990, todo parecía indicar que Mario Vargas Llosa iba a ser Presidente del Perú. El escritor de fama mundial era el gran favorito de empresarios y medios de comunicación. Vargas Llosa lideraba un frente electoral en el que participaban Acción Popular de Fernando Belaúnde y el Partido Popular Cristiano de Luis Bedoya. Su presupuesto de campaña era más de cien veces superior al de Alberto Fujimori, ex rector de la Universidad Agraria. Contra todo pronóstico, Fujimori derrotó a la encumbrada candidatura de Vargas Llosa por uno de los márgenes más grandes en la historia de las elecciones peruanas: 62% a 38%.
Fujimori encontró un país sumido en una profunda crisis económica y social. Los precios subían sin control: la inflación anualizada en julio de 1990 era mayor al 10,000%. Los salarios reales, el empleo y la inversión colapsaban, el déficit fiscal superaba el 10% del PBI, y las reservas internacionales del Banco Central eran negativas en -US$148 millones. El Perú había perdido la capacidad de honrar sus obligaciones: el 71% de la deuda externa estaba vencida.
Peor aún, la insania criminal del terrorismo de Sendero Luminoso y del MRTA amenazaba la continuidad del Estado peruano. Estos grupos comunistas causaron la muerte de más de 60,000 compatriotas. Las pérdidas económicas de la violencia subversiva entre 1980 y 1990, resultado de la destrucción de propiedad pública y privada y la producción no realizada, fueron mayores a US$50,000 millones: el doble del PBI nacional de 1990.
La crisis que encontró Fujimori fue consecuencia de la calamitosa conducción económica de los gobiernos militares de Juan Velasco y Francisco Morales Bermúdez de 1968 a 1980. Los militares implantaron un régimen de socialismo económico en el Perú: estatizaron la mayoría de los negocios de envergadura, crearon empresas públicas a diestra y siniestra, expandieron la burocracia estatal sin mejorar la calidad o cantidad de los servicios públicos, aumentaron el gasto militar a más del doble del promedio histórico como porcentaje del PBI, y redujeron la libertad económica de los ciudadanos a su mínima expresión con frondosas regulaciones y controles.
Para financiar su aventura socialista, los militares endeudaron groseramente al Perú. La deuda externa, que en octubre de 1968 era 16% del PBI, se multiplicó hasta llegar al 58% del PBI en diciembre de 1979. Ni siquiera durante la época del guano, se endeudó tanto y tan rápido al país. Los militares destruyeron las finanzas públicas: el déficit fiscal promedio fue 5.4% del PBI entre 1970 y 1980, e incluso superó el 10% entre 1975 y 1977. Las empresas públicas fueron una máquina de perder plata: 3% del PBI como promedio entre 1974 y 1980. La inflación, que había sido inferior al 10% en la década de 1960, fue 68% en 1979. Y mejor ni hablar sobre las graves denuncias de sistemática corrupción durante el régimen militar.
Los gobiernos democráticos de la década de 1980 enfrentaron condiciones externas desfavorables: tasas de interés al alza, precios de las exportaciones en caída y acceso restringido al crédito internacional. Pero, fueron la voluminosa deuda adquirida por los militares y la ausencia de reformas de mercado las razones centrales detrás de la postración económica del Perú en 1990.
Fujimori desmanteló el socialismo económico implantado en 1968: eliminó el grueso de las restricciones al comercio y a los negocios, y emprendió masivas privatizaciones que evaporaron las pérdidas de las empresas públicas. Lanzó un “programa de shock” que convirtió el déficit en superávit fiscal primario. Llevó a cabo una reforma tributaria que incrementó los ingresos del gobierno general desde 9.3% del PBI en 1989 hasta 19.7% en 1997.
Fujimori fue autor de un milagro económico. El Perú pasó de batir records mundiales de hiperinflación a una inflación de 3.5% en 1999. La economía creció 7.2% entre 1993 y 1997. El ingreso per cápita, que se había reducido 2.5% por año entre 1975 y 1990, se incrementó a un tasa de 5% entre 1992 y 1997. La inversión pasó de 13.9% del PBI en 1990 a 20% como promedio entre 1992 y el 2000. Las exportaciones, que habían permanecido estancadas entre 1981 y 1990, se doblaron en solo cinco años de 1992 a 1997. El Perú se volvió atractivo a los capitales extranjeros: el flujo neto pasó de la bicoca de US$42 millones entre 1980 y 1990 a US$20,600 millones entre 1991 y el 2000. Nuestro país recuperó el acceso al crédito internacional y se redujo la deuda externa a menos de 40% del PBI en 1999.
La política antisubversiva de Fujimori, que se nutrió del trabajo iniciado durante el gobierno de Alan García, aniquiló la amenaza asesina de Sendero Luminoso y del MRTA. Los principales líderes terroristas fueron puestos en prisión o murieron en enfrentamientos con la Policía Nacional y las Fuerzas Armadas. Parte esencial de la victoria sobre la subversión comunista fue el mejorar la calidad y cantidad de los servicios públicos en el ámbito rural. Ello permitió eliminar el apoyo popular que los terroristas podrían haber recibido.
Algunos miembros de las fuerzas del orden cometieron excesos y violaciones a los derechos humanos en su tarea de defender al Estado de la agresión terrorista. Pero, no hay evidencia que sugiera que la violación de los derechos humanos haya sido parte sistemática de la estrategia antiterrorista del gobierno de Fujimori.
En 1995, el Perú tuvo un enfrentamiento armado con el Ecuador en la selva del Cenepa. El conflicto tenía el potencial de generalizarse lo cual hubiera causado grandes pérdidas económicas y humanas a ambos países. Pero, el manejo en extremo cauto de la Cancillería peruana no solo evitó el escalamiento de los enfrentamientos, sino que llevó a la conclusión de la demarcación fronteriza en 1997.
Pero, Fujimori no solo nos trajo rosas. Disolvió el Parlamento aunque convocó a elecciones para un Congreso Constituyente a los pocos días. En su gobierno se utilizaron recursos públicos para difamar, amedrentar, y coartar la libertad de opositores al régimen y para sobornar a políticos y empresarios corruptos. ¿Cómo olvidar el abyecto video en que Alberto Kouri hace calistenia mientras espera que Vladimiro Montesinos le cancele US$15,000 a cambio de su "lealtad"? Hay, asimismo, evidencia del robo de más de S/.200 millones a la Caja de Pensiones Militar Policial. Más aun, las reformas de economía de mercado se paralizaron después de 1997.
La reciente liberación de Fujimori, un acto de justicia, tiene fervientes defensores y encendidos detractores. Y es que Fujimori ha marcado el derrotero de la economía y política en el Perú desde 1990. El notable progreso económico y social del país es fruto, en gran medida, de las reformas de su gobierno. Pero, la política nacional está dividida en bandos irreconciliables: Fujimorismo y Anti-Fujimorismo.
La pasión nubla el juicio de la mayoría respecto a los aciertos y errores de Alberto Fujimori. Su excepcional y compleja carrera política será mejor apreciada por las generaciones futuras, distanciadas de los amores y odios del presente.
Juan Mendoza, 27 de diciembre de 2017.